A mis alumnos, que cada día
me enseñan algo nuevo.
Llevaba demasiado tiempo intentando descifrar aquellos misteriosos signos escritos. Sabía, desde que empezó, que sería muy complicado interpretar el significado de los ángulos, que comprender el sentido de aquellos trazos, la imperfección de los círculos, requeriría mucho esfuerzo, pero no por ello iba a rendirse. No estoy solo en esta investigación, se repetía para animarse, pero no olvidaba que debía ser él el encargado último de descodificar el mensaje. Le motivaba el reconocimiento público, la fama, el alboroto que causaría la noticia cuando se propagara a voces. Sabía que todos hablarían de él. El dinero –aún- no le importaba. Por eso, cuando al fin esta mañana ha conseguido desentrañar el enigma y ha leído, todavía con voz temblorosa, mamá, le ha costado reprimir esa sonrisa engreída ante la profesora.