El personaje recorre de arriba a abajo y de izquierda a derecha la hoja en blanco. No sabe qué hacer ni qué decir. Consulta la hora en el reloj, suelta un chasquido de impaciencia, y enciende el enésimo cigarrillo. Parece intranquilo y un tanto nervioso. Quiere emprender una acción, cualquiera, pero solo, sin mi ayuda, no se atreve. Para aprovechar el espacio del papel, lo cruza transversalmente, una y otra vez. De repente suena una melodía en su bolsillo y raudo saca el móvil. ¿Sí?, pregunta con miedo. Soy yo, tu autor, respondo decidido. ¿Se puede saber dónde estás?, añado. Dónde voy a estar, en la hoja en blanco, se atreve a responder. ¿Y no sabes qué día es hoy?, le arrojo extrañado. Sí, 15 de octubre, ¿por qué?, ¿dónde estás?, pregunta con interés. Aquí, en la manifestación, respondo entre gritos de banqueros al banquillo y cánticos de lo llaman democracia y no lo es. ¿Dónde voy a estar? Va, coge tus cosas y ven ahora mismo. Y llámame cuando llegues: somos muchos y no creo que me encuentres con facilidad. Ahora mismo voy, dice antes de colgar el teléfono. Lanza el cigarrillo, coge la hoja en blanco y escribe en ella no hay pan para tanto chorizo con grandes letras. Alza el cartel y desaparece de este texto.
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