Después de varios intentos fallidos, el decimoctavo sapo de la mañana se convierte en un apuesto príncipe. La princesa solterona, tras unos breves momentos de confusión, queda maravillada ante la belleza del joven. El príncipe, espantado ante la fealdad de la chica. Vuelve a besarlo, con la mente ya puesta en la boda, la lista de invitados, el viaje de luna de miel, las cortinas del salón, los nombres de los niños, dos chicas y un chico le gustaría que fueran... Cuando separa los labios de su futuro esposo queda convertida en una rana. El príncipe respira aliviado y se marcha a paso ligero hacia el castillo. Silba con ímpetu para no oír cómo croa la rana, sola en la charca.
El cinéfilo
Hace 4 días