martes, 29 de noviembre de 2011

Paleografía

A mis alumnos, que cada día
me enseñan algo nuevo.


Llevaba demasiado tiempo intentando descifrar aquellos misteriosos signos escritos. Sabía, desde que empezó, que sería muy complicado interpretar el significado de los ángulos, que comprender el sentido de aquellos trazos, la imperfección de los círculos, requeriría mucho esfuerzo, pero no por ello iba a rendirse. No estoy solo en esta investigación, se repetía para animarse, pero no olvidaba que debía ser él el encargado último de descodificar el mensaje. Le motivaba el reconocimiento público, la fama, el alboroto que causaría la noticia cuando se propagara a voces. Sabía que todos hablarían de él. El dinero –aún- no le importaba. Por eso, cuando al fin esta mañana ha conseguido desentrañar el enigma y ha leído, todavía con voz temblorosa, mamá, le ha costado reprimir esa sonrisa engreída ante la profesora.




sábado, 19 de noviembre de 2011

Jornada de reflexión



Cuando se miró al espejo, el candidato favorito vio reflejada la imagen del otro candidato. Y viceversa. Los demás, desprotegidos, quedaron cegados por los destellos del cristal.

Ilustración de Medina

jueves, 17 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

Viaje relámpago


Salgo del aeropuerto, ansioso de vacaciones, y encuentro a un tipo alzando un folio con mi nombre escrito en mayúsculas. Me acerco, intrigado, y me identifico. Encantado, responde. Carga mis maletas en un taxi y, sin volver a mediar palabra, me mete dentro. La carrera termina en la estación de ferrocarriles, donde me espera otro individuo; me acompaña hasta un tren y se despide, no sin antes cargar mis maletas y entregarme el billete como única explicación. Horas más tarde, bajo en la última parada donde otro tipo, tras cotejar mi cara con la foto que sujeta en la mano, me introduce en un autobús que al anochecer me deja en la puerta de mi casa. Deshago las maletas, me pego una ducha y me lamento de no haber hecho ninguna foto.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Arrojo


Y nada más existió hasta el próximo tren. Ni las ojeras para recibirla de madrugada, sin avisar, ni las horas aprendiéndose aquellos versos que no pudieron ser recitados, ni las flores arrojadas a la papelera, ni la alianza confinada en lo más hondo del bolsillo, ni el beso apasionado, enmarcado en la ventanilla del vagón como en una pantalla de cine, ni el rato escondido en el baño del vestíbulo de la estación. Todo desapareció hasta el siguiente convoy. Incluso las seductoras y letales vías.



Este microrrelato ha participado -sin éxito- en el concurso de ReC
de Escuela de Escritores y la cadena Ser.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Amigo imaginario


El psicólogo me aseguró que no era real, que sólo existía en mi cabeza, así que le hice caso y me quedé tendido en el diván, solo, frente a la silla vacía.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Confesión


¿Por qué me mira así? Ya se lo he dicho, señor agente: degollé a todas aquellas chicas porque me lo ordenó Tomás. Sí, ese Tomás que usted dice que no existe, que solo está en mi cabeza. Él me indicó qué chicas debía matar. Me exigió que fueran aquellas y no otras, por el bien de todos. Todavía no han encontrado sus cuerpos, ¿verdad, señor agente? Lógico. Me aseguró que no sufrirían y le creí. ¿Por qué? Porque yo sabía que ellas eran también fruto de mi imaginación. Como el arma homicida. Como Tomás. Y... me harté de este juego... como usted, señor agente.


jueves, 3 de noviembre de 2011

Plusvalía cero


Trabajamos por turnos, mañana, tarde y noche, todos los días del año, sin interrupción. Nuestro trabajo consiste en introducir el serrín en la olla, sobre la caldera, esperar que hierva e introducir la pasta resultante en la máquina que –accionada mediante un mecanismo a vapor- la convierte en cilindros de madera conglomerada, de quince centímetros de diámetro por treinta y cinco de largo que, diligentemente, arrojamos como combustible a la caldera que hace hervir la olla del serrín y que acciona la máquina a vapor.