domingo, 15 de noviembre de 2009

El arte de la tortura


Las escenas iniciales son de gran crudeza y el trato siempre inhumano. Los métodos, de lo más variopintos; existen incluso manuales y videos explicativos, muy didácticos. Nos atan, nos queman con sopletes, nos arrancan la piel a tiras, nos arrojan productos que irritan las zonas sensibles, nos clavan objetos punzantes, nos rocían con líquidos inflamables y nos prenden fuego, nos sumergen en agua hirviendo, nos meten en hornos... La tortura, en cualquier caso, acaba con la muerte.
Pese a todo, nadie denuncia estas prácticas y cada vez son más quienes lo consideran un arte. Desgraciadamente, los amantes de la gastronomía proliferan deprisa, sin nada que los detenga.

20 comentarios:

Fernando dijo...

¿Qué tal organizar una comida con un plato fuerte a base de los grandes cocineros que reciben premios, honores y grandes sumas de dinero? Me avergüenzo de ver por televisión cómo se preparan suculentos menús y se ensalza a estos personajillos mientras montones de personas pasan hambre, no sólo en la India, sino cerca de nosotros. El plato fuerte seria uno aplicando a estos ilustres cocinerillos la receta que tan bien describes en tu relato. Un abrazo.

Miguel dijo...

Mejor no pensar el trato que reciben los animales -pollo, ternera,...- hasta que lo tenemos en la mesa. Si lo supiesemos más de uno nos hariamos vegetarianos de forma inminente.

¿Cómo ver los microrelatos de la SER? Mandame un email si puedes.

Un abrazo
Miguel

Miguel dijo...

Víctor,

Ya tengo la página de micro-relatos de la Ser.

Muchas gracias.

Walter dijo...

Groso!

Un Poco Rara dijo...

Mmm... esta vez no coincido Víctor, puesto que, en la mayoría de los casos, esa "tortura" viene precedida de la muerte del animal, sin ser la causa de la misma.
A Fernando le puedo decir que, mal que le pese, los cocineros exitosos no tienen responsabilidad sobre el hambre en el mundo, sino más bien los líderes políticos y sociales, así que mal podemos desquitarnos contra ellos.
Y a Miguel me surge preguntarle qué diferencia, en cuanto a lo salvaje, por decirlo de alguna manera, hay entre comerse un pollo o un tomate. Pensemos que al pollo se lo mata, entero, de una sola vez, mientras que la planta de tomate debe sufrir repetidos arrebatos hasta quedar completamente desmembrada de sus frutos.
No es con ánimo de pelear. Pasa que, sin ser una carnívora fanática, no entiedo ni comparto la visión de quienes quieren poner un manto de piedad sobre ciertos sectores de la cadena alimentaria sólo porque tienen ojos.

Belén dijo...

Y que me dices del gratinado? eso debería estar prohibido desde el tratado de Ginebra...

Besicos

Anonima Mente dijo...

Si no hubieras puesto lo del trato "inhumano" pensaría en efecto que se trata de la tortura animal, pero como lo has puesto me lleva a pensar que la tortura es a personas????
no sé, no acabo de verlo muy bien

una más... dijo...

Extremista?
Buff..me hago vegetariana!
Besos humanos.

Esteban Dublín dijo...

¡Por Dios! ¿Es que nadie ha entendido el cuento? Por favor, es un relato: distingan realidad de ficción. No puedo creer que se esté generando una discusión en torno a una obra que tiene como propósito el único objetivo de entretener. No es más que una forma de darle la vuelta de tuerca a los placeres gastronómicos. Es un cuento, por Dios, no una crítica al canibalismo.

Por cierto, Víctor, ¿leíste el ensayo que escribió Jonathan Swift para combatir la hambruna en Irlanda? Divertidísimo.

dijo...

Jeje... Bien Esteban, gran retorno a la ficción, mis pies ya empezaban a tocar el suelo duro de la realidad...
Divertida tombarella final, Víctor!

Oriana P. S. dijo...

Me gustó mucho, Víctor. No me esperaba ese final... lo cual quiere decir que el cuentito cumple con su cometido. Me has sorprendido.

Un abrazo.

Lady Jones dijo...

Nos hemos pasado a la denuncia ¿social? Si super Adriá te leyera... yo le quemaría el delantal en la plaza del pueblo... o esto... ¿era una canción?
Un beso.
LADY JONES

Víctor dijo...

Empezaré con un comentario general, a discreción: no pretendo defender el vegetarianismo, ni atacar a los cocineros, ni explicar mi teoría de la pirámide alimentaria, ni nada de eso... Como bien dice Esteban: sólo es un cuento. Sólo.

Asimismo, y parece ocioso comentarlo, no me identifico necesariamente con el contenido (moral, ético, gastronónimo...) de mis cuentos. Así, si comparo la gastronomía con la tortura, no significa que crea que los carniceros y pescaderos deberían estar entre rejas. No. Del mismo modo, cuando en el cuento anterior le vuelo la cabeza al capitán, no pretendo hacer apología de la violencia, ni me posiciono en ningún bando. Lo imagino y lo escribo. Ya está. Las más de las veces, sin más.

De todas formas, gracias por vuestras aportaciones.

Aviso importante: Ningún animal de los que -supuestamente- aparecen en este relato sufrió maltrato alguno durante la redacción del mismo. ;)

Víctor dijo...

Tu opción de canibalismo para acabar con el hambre es un poco radical, ¿no, Fernando? Pobre Arguiñano, pobrecito Adrià, pobrecita Ruscalleda.... Un saludo.

Ni saber quien cose nuestras camisetas, ni los balones de los mundiales, porque a lo mejor nos hacíamos nudistas y dejábamos de ver fútbol... Mejor no saber, Miguel, mejor no saber. Dale con lo de la SER.

Walter, más que "groso", quizás "grasiento". Un saludo.

Un Poco Rara, tu no has visto nunca unos caracoles "a la llauna", ¿no? Si vieras cómo se cocinan, creo que pocas cosas son tan crueles, quizás cambiarías de opinión. Ah, y tienes razón, ahí sí: también hablaba en nombre de las verduras, las frutas y las hortalizas, que también sufren lo suyo, no sólo de los animales. Un abrazo. ;)

Y el flambeado ni te cuento, Belén, quebranta todos los tratados internacionales... Saludicos.

Víctor dijo...

Anonima Mente: el maltrato, como puedes ver por la discusión anterior, es a los animales, y por extensión, a los todos los alimentos. Y entiendo el término "inhumano" como "no humano"; aunque muchas personas sean gallinas, o zorros, o perros, a la inversa no funciona: una gallina o un jilguero no son humanos. Un saludo explicativo.

Tú misma, Una más, pero anestesia a las cebollas antes de cortarlas en juliana. Siempre me hace llorar tanto sufrimiento.

Ufff... Esteba, suerte que llegaste. Ya estaba pensando en colgar una receta con foto en el próximo post. Tienes razón. Sólo es un cuento. Pero no me negarás que dio para mucho. No leí lo de Swift, pero ya voy tras ello. Parece apetitoso. Un abrazo.

Sí, Lo, sort de l'Esteban, que jo ja m'estava marejant, de tant saltar de la ficció a la realitat. Aleeeehop!!! Més tombarelles (nivell D) a la pròxima entrada. x-(

Me alegro, Oriana. Veremos cuánto tardas en descubrirme. Un abrazo.

No me pasé a la denuncia social ni nada, Lady Jones, yo sólo escribí un cuento. Pero ya ves, cómo se lió la cosa, jejeje. A ese Adrià habría que esferefeicarlo (¿cómo se conjuga?)o deconstruirlo, a ver qué tal. Un saludo.

Martín Gardella dijo...

Victor, me pareció sencillamente brillante. Felicitaciones!

Cloe dijo...

Sorprendente , como siempre.
Lástima que el sentimiento de culpa no alcanza para hacerme vegetariana.

Abrazo

Víctor dijo...

Me alegra lo que dices, Martín. ¿Tú no quieres hacerte vegetariano? Un saludo.

Pues encantado de que te guste, Cloe, como siempre. No hace falta hacerse vegetariano, Cloe, sólo rezar un poquito por el alma de los alimentos que nos vamos a comer, y por todo el sufrimiento que les ocasionamos. Un saludo.

Claudia Sánchez dijo...

Uf! que ya se me estaba erizando la piel... justo a tiempo el final.
Lo único que me molesta es el relato en primera persona.
Besos!

Víctor dijo...

Gracias por el comentario, Claudia. Uso la primera persona para acercar al lector la vivencia de la tortura, para implicarlo en el hecho y que no lo vea como algo externo, como algo objetivo que sucede, pero que no sucede a nadie. Pero si te "molesta" me lo plantearé. Un saludo.