lunes, 11 de mayo de 2009

Vendetta


Ella, arrodillada y cabizbaja, gimotea aceleradamente, al ritmo violento de su respiración; él, en apariencia más tranquilo, la observa con desprecio. Te dije que no volvieras a hacerlo. Y no me has hecho ni puto caso. Levanta la mirada entre sollozos y encuentra unos ojos cargados de odio, dispuestos a todo. Te advertí. Sabías que todo esto ocurriría si lo volvías a hacer. Y no te ha importado lo más mínimo. Eso es lo que no entiendo. ¿Cómo es posible que aun sabiendo las consecuencias te hayas atrevido a engañarme de nuevo? Se acerca a la mesita, abre un cajón, y extrae un revolver que centellea bajo la bombilla. No digas nada, preciosa, estoy hablando yo. No intentes justificarte. De nada serviría. Quiero que sepas que por eso mismo, porque sabías qué pasaría cuando lo descubriera, sé que no voy a sentirme culpable de nada. ¿Creías que no me iba a enterar? ¿Crees que soy idiota o qué? Temblando, tartamudea débilmente un no y clava la vista en el suelo. Cariño, por favor, mírame. Así, mucho mejor, será más fácil así. Deberías saber que me gusta que me miren cuando hablo. Aunque ya poco importa todo eso ahora. Jamás volverás a escucharme. Y, colocándose el cañón en la sien, aprieta el gatillo y cae desplomado.


1 comentario:

dijo...

Estaria bé que esdevingués bandera de les associacions contra la violència domèstica. N'hi ha uns quants que haurien de prendre exemple...