Regresa a casa por la carretera sinuosa, amodorrado, solo y con el taxímetro desconectado, tras dejar en su destino al último cliente de una larga y dura jornada. Curiosea por el retrovisor interior y encuentra sorprendido las pupilas de una señora enlutada que lo observan fijamente desde los asientos de atrás. Se frota los ojos, mira de nuevo por el retrovisor y comprueba que la señora continúa acechándolo con la mirada. Sin perder los nervios, pregunta justo antes de la curva:
- ¿Adónde?
- Todo recto, hacia el precipicio- responde la mujer, agarrándose con fuerza a la guadaña.
- ¿Adónde?
- Todo recto, hacia el precipicio- responde la mujer, agarrándose con fuerza a la guadaña.
7 comentarios:
Compartimos el amor por lo breve, Víctor. Siempre serás bienvenido a escuchar los cuentitos. Yo, por mi parte, también volveré por aquí.
Hola Victor, muchas gracias por tu visita, así he podido constatar que compartimos la pasión por la brevedad. Te sigo leyendo...
Excelente microrrelato!
Un abrazo,
Muy bueno Victor! Vine a devolverte la visita y me gustó mucho tu estilo breve. Este cuento en particular, me trajo el recuerdo de otro que escribi hace poco y esta en mi living. Te invito a leerlo aca:
http://livingsintiempo.blogspot.com/2009/04/persecucion-nocturna.html
Saludos y felicitaciones!
Brutal!
Esteban, Clara y Martín: llegué demasiado tarde (casi nueve meses) a responderos. De todos modos, gracias.
Mònica, encara que no soni massa bé que ho digui jo, també penso com tu: brutal. Jjejeje. Una abraçada.
Joder, Víctor, qué cuento!
Es siempre un placer darse una vuelta por los cuentitos añejos, y sí, se disfrutan como un buen vino.
Beso!
Pues sí, Oriana, qué cuento. Te confieso una cosa: es un placer incluso para mí, porque a veces olvido textos que escibí y me sorprendo tanto como tú leyéndolos. Y es que ya hace nueve meses que lo colgué. Un placer que recorras los cuentos antiguos, Oriana. Un abrazo.
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