Sentado en la mesa del bar, pensando en ti, iba colocando, apoyadas unas sobre otras, las cartas de mi vieja baraja. Cuando puse las dos últimas apuntando hacia el cielo, te acercaste, cogiste una de la base –el as de corazones- y te alejaste sin tan siquiera girarte, quizás para no ver cómo se derrumbaba mi hermoso castillo de naipes.
8 comentarios:
Ufff... Un largo suspiro...
Bueno, complejo y cruel...
Tal vez sea hora de dejar de construir castillos de cartas y armarlos de ladrillos. NO olvidés que el lobo por más se sople con todas sus fuerzas no puede contra esos.
Como siempre, excelentes tus cortas palabras
Asi es aveces construyes tu propio castill, de ti depende que tan firme este y ke tan facil sea de destruir...
Bonito Texto...
Cuidate... Chau¡¡¡¡
La crueldad de las mujeres. Se llevan nuestro corazón y el mundo que construimos sobre él. Muy bueno!
Buen cuento maestro. Eso de hacer castillos en el aire es complejo; al parecer está de moda, hace poquito publiqué un texto sobre el tema, en mi blog.
Salú pue.
Precioso, Victor.
El amor es así de cruel... cuando menos te lo esperas, todo se derrumba.
Un beso,
La realidad, Alejandro, es cruel. Y, desgraciadamente, la paralela también. Por ahora.
Teneis razón, Carolina e Isady. Edificaré los míos con piedra, para que sea más dificil derribarlos. Gracias por el consejo.
La culpa es nuestra, Martín, por no saber edificar las cosas sobre buenos cimientos.
Me alegro que te gustara, Johan. Miraré el tuyo, cuando tenga un rato, a ver qué tal.
Al menos, Clara, que cuando se derrumbe no nos pille debajo, que lo podamos ver caer desde una distancia prudencial.
Hay cosas tan solidas que se derruban al menor soplido de aire y viceversa, cosas fragiles que perviven a huracanes.
Me ha gustado mucho.
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