Tras pasar media tarde dándole vueltas al asunto, se le ocurrió un buen final y, con una sonrisa pícara, redondeó el relato: "...y entonces la princesa besó al sapo y éste se convirtió en un apuesto príncipe". Terminó de escribir el cuento, repartió copias por todos los aposentos de palacio y se marchó ansioso a su charca a esperar ingenuas princesas lectoras.
4 comentarios:
¡Buenísimo!
Jejeje, un sapito con esperanzas. Llegará lejos, quizá al trono :)
Abrazote!
Se agradece el comentario, Esteban. Y más si viene de ti. Un saludo.
Gracias por revolver entre mis textos antiguos, Oriana. Y más que esperanzas, nuestro sapito tiene un morro que se lo pisa. Un abrazo.
Pues sí, Jesús, y sapo muy listillo. A ver si le da frutos su idea... Un saludo.
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