Me despierto y a mi lado no está mi marido sino Juan, un antiguo compañero de colegio de quien estoy secreta y perdidamente enamorada desde niña. Se despierta con una sonrisa y me pregunta, como si nada, qué tal he dormido. Le respondo que bien, y me besa con ternura, satisfecho. Si al salir de la ducha todavía no se ha dado cuenta del cambio, no seré yo quien se lo haga saber.
12 comentarios:
¡Grande! ¡Qué buen cuentini!
Víctor, con tu permiso, te voy a enlazar en mis contactos.
Muy bueno Victor! Esta serie sigue superandose! Felicitaciones!
Cada vez mejor estas transformaciones. Ah.. conste que yo tampoco se lo dirîa con lo poco que le gustaba el marido y la de cremas que se gastaba ella para ser otra para él.
El prôximo un animalito cualquiera?
Excelente post.
Besos
Què bé, noi. Per ella i per tu.
Esteban, gracias. Ups! Yo también te enlacé hace tiempo, pero sin tu permiso. Espero que no te importe.
Martín, alguno más caerá, aunque quizás la abandone durante unos días, la serie. Odio madrugar.
Me has dado una buena idea, Eva, con eso del animalito... Le daré un par de vueltas, a ver qué se me ocurre.
I espero, Lo, que bé també per a vosaltres.
Me gustan mucho tus relatos. Enhorabuena por ellos. Una buena forma de mostrar cómo un punto de partida nos puede llevar a destinos tan dispares.
Un saludo
Genial!
Yo... sin duda alguna, tampoco se lo diría.
Un beso,
Crucemos los dedos pa' que no se de cuenta. Y pa' que tampoco aparezca el marido!!
No creas que me he olvidado de las albadas, sigo en el camino.
Marido y Clara, disculpad el retraso. El mismo principio, como bien dices, Marido, nos puede hacer llegar hasta donde nosotros queramos. Es cuestión de fe. Y gracias, Clara: yo también permanecería callado.
Yo los tengo cruzados, Naida. Sólo los "descruzo" para responder a tu comentario. Un saludo, y sigue el camino, no tiene pérdida.
¡Oh!
Que no se lo diga, que no se dé cuenta y que vivan todos felices comiendo perdices.
Sin relojes, ni dormires, ni despertares, ni amaneceres, pero en un estado permanente de cómoda vigilia.
Shhhhh, Oriana, no lo digas muy alto, a ver si se va a enterar.
Un abrazo.
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