martes, 9 de junio de 2009

Empatías


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Después de una cita desastrosa la noche anterior, aquella mañana salí de casa con la moral por los suelos. Mi nivel de autoestima había tocado fondo, tanto que llegué a sentir pena por mí, pero también asco: aborrecía mis andares, mis gestos; detestaba la cicatriz que cruzaba mi mejilla y el estúpido remolino que formaban mis cabellos en el flequillo; rechazaba mi cuerpo un tanto deforme, desproporcionado, y los gruesos cristales que intentaban corregir mi miopía; me desagradaba mi aspecto. En dos palabras: me odiaba.
Ya en la calle me crucé con un tipo que salía del gimnasio y deseé ser él, meterme en su cuerpo, para saber qué se sentía. De golpe, me vi envuelto en músculos, encerrado en un organismo que no me pertenecía, y me asusté. Me encontraba totalmente sometido a su voluntad. Aunque lo intenté en un par de ocasiones, aquel cuerpo no me obedecía: me había convertido en un simple parásito sin capacidad de acción. Como me molestaba estar empapado en sudor, cuando me crucé con aquella chica, risueña y sonriente, anhelé entrar en su interior, y al instante noté la presión de las medias en las piernas y un dulce sabor de carmín en los labios. Desgraciadamente, tampoco podía imponer mi voluntad a aquel cuerpo. Se acercó un joven mal afeitado, supongo que su novio, con la intención de besarla. Me estremecí –yo, no la chica- y por suerte pude adentrarme a tiempo en un abuelo que salía de tomar un café en el bar. Me sentí agotado, achacoso, y a través de sus ojos gastados pude intuir una pareja besándose al final de la calle. A la velocidad del anciano no hubiera llegado muy lejos así que decidí introducirme en el cuerpo de la señora que, apoyada en el alféizar de su ventana, escrutaba la calle con disimulo. Y desde allí contemplé cómo mi cuerpo, desubicado y vacío, se alejaba calle abajo hasta desaparecer por la esquina.
Desde entonces salto de cuerpo en cuerpo buscando el mío; incluso puede que haya utilizado el tuyo, como trampolín, en mi búsqueda desesperada. No me lo tengas en cuenta. Daría lo que fuera por volver a lucir mi cicatriz en la mejilla o por volver a pelearme frente al espejo con aquel gracioso flequillo arremolinado, que tanta personalidad me daba.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Te presto el mîo pero sôlo un ratito por si aùn te vuelves peor de lo que esàs.
Espero que encuentres tu greña y las gafotas.
Buen cuento jajajj es muy bueno, me recordô una peli de alienîgenas en que iban asî de cuerpo en cuerpo toda la peli hasta que al final, logran acabar con ellos. Espero que nadie acabe contigo...espero.
Un abrazo.

Claudia Sánchez dijo...

Muy bueno. Cuerpos autónomos y nosotros sus huéspedes.
Me gustó!

Saludos!

Habitaciones rojas, pensamientos negros dijo...

Maravillosa el alma mutante en busca de su propio cuerpo!!! Muy buen relato!!!

Besos rojos,
HR.

Isady dijo...

Buena narración..¡¡¡¡¡ El desprendimiento del alma, de lo que somos, a fin al cabo lo que realmente importa se lleva por dentro... El cuerpo solo es un envase.

Saludos... y cuidate....

Víctor dijo...

Eva, te tomo la palabra: cualquier día de estos me paso por tu cuerpo a ver si encuentro el mío. Ah, y yo también espero que nadie acabe conmigo.

Gracias, Claudia, me alegra que te gustara. Me pregunto si tendré algun okupa temporal en mi interior.

A veces, HR, necesitamos abandonar nuestro cuerpo para echarlo de menos, para apreciarlo. Saludos rojos!

Sí, Isady, nuestro cuerpo es un envase; pero siempre quedará el consuela que ese envase, al final de la vida, es retornable, útil para reciclar.

Golfo dijo...

Un relato, de esos que siempre quise escribir en la época en que iba a tallers de cuentos y me decían: "nooo, Golfo, eso no son relatos. Lo que tu escribes no son relatos"... No sabes la frustración con la que yo andaba por el mundo hasta que alguien me habló de la anécdota como género literario.

Pero este es un cuentazo, muy bonito, sencillo, redondo. Podría leerse en un autobus.

Solo me queda una interrogante...
¿Por qué aprovechaste para meterte en el cuerpo del novio cuando se acercaba a besar a la chica?
Seguro que no estaba mal.

Víctor dijo...

Gracias por tus comentarios, Golfo, a mi también me gusta el relato, pero no hace falta exagerar...

Ahora que lo dices... no había pensado meterme en el cuerpo del novio... bueno, de todos modos no me hubiera besado a mí, sino al cuerpo que ocupaba.

Saludos lelos!